2021/04/16
En entradas anteriores se ha trazado un panorama general de los descubrimientos de los siglos XV y XVI, tanto en América como en el Pacífico. Sin embargo, el archipiélago de las Islas Filipinas merece una dedicación especial, no sólo por su extensión y diversidad (más de 200.000 kilómetros cuadrados y de 7.000 islas) sino, muy singularmente, por su larga permanencia bajo el control de España y por su significación en la creación de un comercio nuevo y de lazos culturales que llegaban hasta los confines del oriente.
Cuando en 1521 Magallanes descubre el archipiélago que bautizará como de San Lázaro, no se inicia verdaderamente el contacto con todos los pueblos indígenas. Tampoco se hará en las posteriores expediciones, más ocupadas en el acceso a las Molucas y sus especias que en las ocupaciones de otras tierras dispersas. El verdadero contacto se inicia con la llegada a Cebú de Miguel López de Legazpi en 1565, que llevará a una mayor relación con los numerosos pueblos prehispánicos existentes, dotados de lenguas distintas, que pueden agruparse en las etnias: negritos (itas), indonesios, malayos y malayo-mahometanos.
El hallazgo por Urdaneta del modo de retornar a América desde aquellas aguas orientales hizo posible el tornaviaje y la institucionalización del comercio al que ya hemos hecho referencia con el Galeón de Manila, conocido también como la Nao de Acapulco.
Años más tarde, en 1785, durante el reinado de Carlos III, Francisco Cabarrús podría en marcha la Compañía de Filipinas para la organización del comercio con esta parte del mundo. Ahora, los barcos podían llegar a Filipinas desde España, tanto por la vía del Cabo de Buena Esperanza como desde los puertos de América, pero no estaban autorizados a retornar a España más que por el Cabo de Buena Esperanza.
El siglo XIX trajo aires de cambio en Europa que no dejarán de hacerse sentir en Filipinas. Primero fue la rebelión de Apolinario y su Cofradía de San José en 1841, un movimiento milenarista pero de inequívoco carácter tagalo independentista. Más tarde, en 1872, se produjo la sublevación de Cavite, sin demasiadas consecuencias. De mayor hondura intelectual es la influencia de José Rizal,poeta, médico y político, defensor pacífico de una autonomía filipina sobre la que edificar el progreso de su país. Rizal moriría acusado de sedición en el marco de una rebelión abiertamente defensora de la independencia de Filipinas, que él no compartía, organizada por la sociedad Katipunan, cuyo liderazgo se disputaban Emilio Aguinaldo y Andrés Bonifacio.
El 30 de abril de 1898 haría su entrada en la bahía de Manila la escuadra norteamericana. Con apoyo norteamericano, Aguinaldo había logrado reunir un ejército filipino. Al iniciarse la batalla de Cavite, la escuadra norteamericana, con abrumadora facilidad, destruyó la escuadra española. Es el 18 de julio y se rinde Cavite por las autoridades españolas. En esa misma fecha Aguinaldo es aclamado como presidente de una República filipina a la que ni los EE.UU ni otros países darían reconocimiento internacional.
El texto de hoy se debe al profesor Leoncio Cabrero (1935-2010) que fue Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid