Día 16 de marzo
Creo que esta todo o casi contado de Papeete y sus polígonos, del Pros y sus achaques, de los que no ha salido indemne pero si victorioso.
Pero en Tahití hay un encanto más, su gente, aunque los ejemplares que pinta Gauguin, son escasos. La mayoría de la población, ellos y ellas, son de una humanidad rotunda y desbordada, especialmente si tienes la mala suerte de que te toquen de compañero de asiento en el avión … Si tenéis alguna duda Diego puede informaros.
Pero de esa misma humanidad hacen gala en su trato: son amables, sonrientes, atentos trasmiten tan buenas vibraciones que hacen perdonar que a estas buenas cualidades no siempre le acompañe la eficacia,
Y sus paisajes… En Tahaa desembarcamos en uno de los múltiples hoteles que hay en la costa. Mientras los chicos disfrutaban de un gin tonic, he intentado localizar algo de la arquitectura loca. Vano intento: más de 2 km de resort tras resort. Muy bonitos, pero con un algo de escenario.
Pero la naturaleza, la naturaleza de las islas es realmente asombrosa. Las islas son volcánicas y jóvenes, todas tienen unos picos desafiantes y salvajes tapizados de una vegetación de suaves curvas y tremenda variedad. En las lagunas interiores, encintadas con barreras de coral, el agua tiene todas las intensidades del turquesa.
Y por fin la entrada en Bora Bora que ha sido un continuo repiqueteo de las máquinas de foto.
Pero el día reservaba la sorpresa final.
Una vez fondeados en la laguna a la que hemos accedido por un estrecho canal, conducidos con extrema pericia por nuestro capi, hemos decidido darnos un baño.
En el agua, casi haciendo pie, nos han acompañado dos o tres rayas de singular elegancia, que giraban los ojos como periscopios, sorprendidas por los intrusos, acompañadas de unos cuantos tiburones de aleta negra.
Tras un primer momento de prevención, el espectáculo te hipnotiza. Enseguida se establece una extraña familiaridad, casi como si nos conociéramos, pero siempre con cuidado de no pisarlas.
En definitiva, un día fantástico.
Friqui