Nuestra historia: Conquista de Norteamérica (84)

adminNOTICIAS DE AGNYEE, Novedades

2024/01/11

De nuevo damos un salto hacia el pasado con el fin de recuperar acontecimientos relevantes tanto de la historia de la humanidad como de la de nuestro propio país. El descubrimiento de “las indias” por Colón inauguró la Edad Moderna e indujo una dinámica de nuevos descubrimientos geográficos, de seres humanos  y de culturas que –en ocasiones de modo muy intenso– acabaron por fundirse con la cultura de mundo “civilizado”. Fue un larguísimo proceso, en el que España tuvo un protagonismo indiscutible, al amparo de las bulas de Alejandro VI que, en la lógica arbitral de la época, dividieron el mundo en zonas de influencia, con notable beneficio tanto para España como para Portugal. Naturalmente, el paso del siglo XV al XVII no sería inmune a los cambios en las relaciones de fuerza entre las naciones. Tampoco era razonable imaginar que las potencias preteridas por las bulas papeles y por el original dominio de los mares por  las potencias ibéricas, fueran a conformarse para siempre con aquel reparto del mundo. Y, por consiguiente,  la configuración de la tierra siguió cambiando en los siglos XVI y XVII, tanto que alumbró un nuevo continente al norte de  “las Indias” , en el que  la presencia de España se hizo notar durante varios siglos, pero de un modo distinto y paulatinamente apagado por  la presencia francesa y, sobre todo, británica.

La conquista de Norteamérica es  una larga epopeya cuya comprensión sigue siendo indispensable para entender nuestro mundo de hoy y, de modo singular, los orígenes de la nación más poderosa de la tierra: los Estados Unidos de América. No se trata ahora de dilucidar los rasgos diferenciales –las virtudes y vicios– de los procesos de colonización  anglosajones frente a los hispanos. Esta es una literatura muy al uso  en los tiempos recientes cuya utilidad para iluminar el futuro es, sin embargo,  harto discutible, aunque pueda satisfacer encendidos afectos patrióticos en distintos lugares del mundo. Afortunadamente, la historiografía académica, lejos de las afirmaciones apasionadas, va situando los hechos conocidos en el lugar que les corresponde y asignándoles  el color que se merecen –casi siempre un gris dominante, entre destellos negros y blancos–   como corresponde a la mayor parte de la dilatada experiencia humana.

Los 103 puritanos que se embarcaron en el Mayflower  en 1620 han protagonizado los relatos del comienzo de la historia de Norteamérica y se les ha atribuido una buena parte del espíritu inspirador. Como puede constatarse en los textos que ofrecemos, las cosas fueron bastante más complejas, sin olvidar su  contribución en las etapas iniciales. Obviamente, había otros sujetos, los aborígenes –de estirpe algonquina o iroquesa, principalmente– y también otros agentes, procedentes de países e inspiraciones intelectuales diversas que los “padres peregrinos”.  Un pais inmenso, con poblaciones diversas,  relativamente aisladas,  condiciones precarias de seguridad e instituciones en proceso de consolidación, era el campo abonado para experimentos sociales, fracasos y disputas, hasta alcanzar una relativa estabilidad.

En este proceloso proceso, cuajado de historias heroicas y sucesos deplorables, no puede olvidarse un hecho que ha acompañado casi siempre a los procesos de descubrimiento y colonización: la desaparición de la población autóctona o, cuando menos, su diezmado. Investigaciones recientes sintetizan que, en el plazo de un siglo, desde los primeros contactos con los europeos, la población indígena sufrió una verdadera hecatombe: disminuyó  en un 90%. Hubo batallas y matanzas, desde luego, pero sobre todo hubo enfermedades. Los primeros visitantes europeos, navegantes y pescadores, que pisaron aquellas tierras desde el siglo XVI, en primer lugar, y los que les siguieron en los años posteriores,  dejaron como herencia al continente los microbios y los virus de la viruela, del cólera, de la gripe, contra los que ellos estaban ya inmunizados, pero que provocaron la hecatombe antes mencionada.

 Desde luego, ocurrieron muchas otras cosas, algunas muy notables, que hoy recordamos mucho más y que ya forman parte de la historia de la humanidad.

Los documentos que hoy ofrecemos ilustran pormenorizadamente lo que acabamos de sintetizar en tres capítulos: La Carrera hacia América, de Manuel Ferrer, historiador (fallecido en 2009), Las Primeras Colonias (1620-1681) de Silvia-L. Hilton, Catedrática de Historia de América en la Universidad Complutense de Madrid e Indios y Pioneros, de Pedro A. Vives, historiador. Estos textos fueron publicados en Cuadernos de Historia 16: Conquista de Norteamérica