Continuamos nuestra serie de historia con un análisis en detalle del significado de la Dictadura de Primo de Rivera, un período de nuestra historia que, sin duda, fue decisivo en la deslegitimación final del régimen monárquico y el advenimiento posterior de la II República.
Primo de Rivera
La dictadura de Primo de Rivera ha sido puesta en paralelo con los movimientos que en Italia dieron lugar al surgimiento del fascismo. Sin embargo, la inspiración ideológica y el propio comportamiento del dictador crean claras diferencias con aquel régimen, no obstante su carácter autoritario.
Su pronunciamiento partia de que la clase política tenia secuestrada la voluntad real y los militares, “único aunque débil freno” de la corrupción, iban a imponer ahora un régimen nuevo. Naturalmente, el dictador estaba persuadido de que quienes tuvieran “la masculinidad completamente caracterizada”, no dudarían en seguirle.
Primo de Rivera propugnaba una “regeneración ” de la vida política, una aspiración común a todos los grupos sociales, intelectuales e incluso militares, que integraban el régimen de la Restauración, especialmente desde 1998. Sus éxitos en este terreno fueron magros y pronto sus intentos iniciales volvieron a conducir a un nuevo caciquismo, primero y a la restauración del tradicional, después. De modo que las reformas inicialmente concebidas quedaron inéditas y resultaron incapaces de alumbrar nuevas perspectivas de evolución del régimen político.
En lineas generales suele considerarse de modo positivo la actuación del dictador en el enconado asunto de Marruecos, tras la prolongada rebelión del Rio y el desastre de Annual (1921) que hundió , una vez más en el pesimismo a la sociedad española. El exitoso desembarco de Alhucemas cambió radicalmente la situación y permitió no sólo controlar un conflicto desesperado que desangraba el pais sino, también, ampliar los limites exteriores de la política internacional de España.
Playa del Morro Nuevo en los días del desembarco de Alhucemas (septiembre 1925)
De un modo similar, en su balance histórico cuenta positivamente la orientación de su política economica, que impulsó de modo significativo la modernización de España en obras hidráulicas, carreteras y otras dotaciones, a la vez que impulsaba la actividad económica interna. Algunos han pretendido presentarla como un precedente próximo de la política keynesiana que inspiraría la recuperación de la depresión de los años treinta en EE.UU. y Europa. Es lo cierto que estuvo inspirada por un nacionalismo regeneracionista, que se benefició enormemente del auge económico que tenía lugar en todas las latitudes en los “felices años veinte”, a diferencia de lo que ocurriría en los años treinta o de lo que ya había ocurrido a sus predecesores.
Los signos de decadencia fueron ya patentes en 1928. De un lado, la diabetes de Primo de Rivera, enfermedad que le llevaría poco después a la muerte, se agravó. De otro, su incapacidad para hallar un horizonte político a un régimen que no podía prolongarse sin ser sustituido por uno nuevo, creó las condiciones para la inquietud, acompañada de conspiraciones expresas y rebeliones en curso. Quizás, si Primo de Rivera no se hubiera retirado, una conspiración militar hubiera acabado con él. El balance negativo en el plano político era inevitable por la propia simplicidad y escaso alcance del regeneracionismo que sostenía las posturas del dictador.
Tras su abandono, se inicia un periodo de zozobra social y política, a la que nadie es capaz de darle orientación y que alumbrará la caída del régimen monárquico de la Restauración con el sorprendente advenimiento de la República tras unas elecciones municipales.
El documento que hoy ofrecemos es obra de Genoveva Garcia Queipo de Llano, catedrática de Historia Moderna y Contemporánea de la UNED