Día 27 de marzo
¡Zurra!. Esa exclamación pronunciada oportunamente por Nacho, bastaría por si sola para describir la jornada de hoy. Una verdadera zurra para el barco y para toda la tripulación.
La aburrida noche de calma total, en la que la corredera marcaba insistentemente 0,0 nudos, y que, para nuestra desesperación, nos mantuvo flotando sin rumbo toda la noche, no nos hacía presagiar lo que nos esperaba.
El día amanece con un viento fresquito de 10-12 nudos del W-WNW. Dispuestos a recuperar el tiempo perdido, quitamos el rizo que precavidamente habíamos tomado en la mayor y navegamos al 235º, esperando el anunciado role al NW-N para empezar a perder latitud y librar el atolón Beberidge Reef, al que arrumbamos directamente.
Pero el esperado role no aparece.
Y aquí es cuando descubrimos el verdadero significado de la SPCZ, Zona de Convergencia del Pacífico Sur, una franja de mar que se extiende desde Fiyi a Tahití y donde se generan frecuentes chubascos de violencia y extensión inusitadas. Estos fenómenos que aparecen, persisten y se difuminan con bastante rapidez, no pueden ser anunciados en las predicciones meteorológicas, aunque su existencia en la SPCZ sea bien conocida.
Apuramos la ceñida para librar el atolón y pasamos todo el día atravesando estos violentos fenómenos, uno detrás de otro, sin solución de continuidad, añorando el rizo que optimistamente eliminamos al amanecer. Recordamos tarde el viejo proverbio marinero que dice algo así como que es preferible lamentar ir rizado con poco viento que no haber rizado a tiempo.
El interior del barco es un verdadero caos que prefiero no describir, aunque es fácil de imaginar. Con escoras como la que experimentamos, no hay posibilidad de mantener el barco a son de mar: cajones que se abren y caen, arroz que se mezcla con las aceitunas, libros que caen de sus estanterías y el agua que entra por los sitios más insospechados, entre otras gracietas, hacen del barco cualquier cosa menos algo habitable o civilizado.
Pero a pesar de que esta situación se prolongará durante todo el día, siempre hay muestras de heroísmo: nuestro osado cocinero Javier, pasará un buen rato bailoteando en la cocina para preparar unas magníficas alubias. A media tarde Juanma reeditará el lance para preparar un delicioso café, que la tripulación en la bañera agradece con euforia.
Y ya al atardecer, observamos que la mayor ha perdido dos de sus patines en el puño de driza y ya cansados y algo preocupados por la paliza que se está llevando el Pros, decidimos arriar la mayor. La maniobra no será sencilla, pues no tenemos posibilidad de aproarnos, pero la ejecutamos con destreza. Navegamos con 2/3 de génova y mesana.
El viento, siempre caprichoso ha rolado al N y nos desafía a seguir batallando contra él toda la noche, pero necesitamos descansar y decidimos mantener un rumbo cómodo y menos desafiante, aunque ello nos aleje de nuestro destino. Mañana volveremos a la pelea.
Pacífico Sur
Pepe Solá