27 de enero de 2020.
La noche ha sido dura, muy dura. 7 horas de vientos del SSE, mantenidos entre 30 y 40 nudos y con el piloto automático descansando por falta de energía, agotan a cualquiera.
Preparándonos para lo que se nos avecinaba, la mayor había sido prudentemente arriada y la nueva y flamante trinqueta sustituía al génova. Pero la mayor también quería jugar su papel en esta jornada. Con el Pros brincando más que los delfines que ahora nos acompañan, y rachas de viento que estremecían al barco (y a su tripulación), el “lazyjack” se rompe y toda la vela, batida por el viento, queda desparramada por la banda de babor. La rápida intervención de los tripulantes en bañera, junto con la ágil maniobra del caña poniendo el barco a la capa, hace que el problema quede solventado en poco más de media hora, con la mayor desordenada, pero bien afirmada a su botavara. Ya se arreglará cuando la luz y una mar más tranquila inviten a ello…
El interior del barco es un caos indescriptible. Cuando la mar y el viento se vuelven violentos, no hay estiba inteligente que lo aguante. Ahora toca arranchar y continuar con la búsqueda del amperio…
Seguirá
Pepe S.