2021/03/25
Los hechos no significan lo mismo en cualquier circunstancia. Ni se entienden bien fuera del marco que los genera o que, al menos, los hace posibles. Por eso es tan relevante conocer las ideas que inspiran los comportamientos de los hombres, sus hábitos, sus convicciones, sus motivaciones, las condiciones en que se desarrolla su vida.
Entre 1492 (publicación de la Gramática Castellana de Nebrija) y 1681 (muerte de Calderón), aunque hay otras fechas para datarlo, se desenvuelve un período histórico preñado de acontecimientos que cambian de manera duradera la historia previa de España. Este período se ha llamado el Siglo de Oro. En él florecieron el arte y las letras castellanos y coincidió con el auge político y militar del Imperio español y de la dinastía española de los Habsburgo.
Sin duda, aquel mundo era tan distinto del nuestro que, sin los adecuados filtros del tiempo, resultaría vana toda pretensión de trasladar a nuestra época los hechos que la historia nos relata. Precisamente por eso, señalar algunas claves para la interpretación de lo que hoy sabemos del pasado, es la manera racional de llenarlo de sentido sin caer en manifiestos errores de perspectiva.
Los reinos de la actual España eran realidades bien diferenciadas sociológicamente, desde luego, pero también lo eran jurídica y políticamente. La idea de conciencia nacional no existía en el moderno sentido que hoy le damos y tardaría bastante en generarse a pesar de la unión personal de los reinos gestada por Isabel y Fernando. Cuesta resistirse a citar al viajero francés Bartolomé Joly, cuando escribió: “Entre ellos los españoles se devoran, prefiriendo cada uno su provincia a la de su compañero y haciendo por deseo extremado de singularidad, muchas más diferencias de naciones que nosotros en Francia, picándose por ese asunto los unos de los otros y reprochándose el aragonés, valenciano, catalán, vizcaíno, gallego, portugués, los vicios y desgracias de sus provincias. Y si aparece un castellano entre ellos, vedles ya de acuerdo para lanzarse todos sobre él” . Si, es cierto, en esto no parece que hayamos cambiado demasiado.
La península iberica estaba mal comunicada y la gente vivía la mayor parte del tiempo en el mismo lugar en que había nacido, con algunas excepciones viajeras que afectaban principalmente a representantes de los estratos sociales superiores, aventureros del mar y tropas militares. La religiosidad – forjada al modo trentino y que permeaba gran parte de la vida social y fundamentaba la moral colectiva–, el concepto de la honra – tan destacado en el teatro clásico surgido en este período–, la concepción del sexo y el matrimonio, los impuestos y jurisdicciones….etc., forman parte de ese universo en el que se plasmó un período fecundo de nuestra historia por muchas razones, sin que tampoco falten motivos para excluir su idealización.
El Profesor Ricardo Garcia Cárcel, Catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, es el autor del texto que hoy ofrecemos al interesado lector.