2022/08/22
Estatua del general Espartero, situada frente a la puerta de Hernani del jardín del Retiro de Madrid. La leyenda al pie reza: «A Espartero, el pacificador. 1839, la nación agradecida».
Joaquín Baldomero Fernández Alvarez Espartero no nació para famoso, ni para ídolo de multitudes, ni para recibir el tratamiento de Alteza Real. Si acaso para gozar de mayor prosperidad que su padre –en su negocio de mulas–, o ara canónigo, que ya es decir. Pero su destino le elevó a Regente de España –casi rey al presentarlo Prim como candidato idóneo para ocupar el trono, vacante tras el destronamiento en 1868 de Isabel II– y a símbolo de la España de su tiempo.
Con las anteriores palabras se abre la introducción a la figura del general Espartero, que José Andrés Gallego, Catedrático de Historia Contemporánea, traza con esmero por su notable y decisiva importancia en distintos momentos de la historia del España tras la muerte de Fernando VII. Su nota biográfica descubre el complejo proceso que le lleva de la gloria a la impopulaaridad. Un trabajo que se completa con los análisis de Jose Ramón de Urquijo y Goitia, historiador del CSIC en torno a sus “devaneos democráticos” y de Manuel Espadas Burgos, asimismo historiador del CSIC, sobre su candidatura al trono de España.