2021/03/10
La ocupación del inmenso territorio descubierto por los españoles, se produjo en un tiempo relativamente corto pero no sin penalidades ni sufrimiento. Lo que se ha llamado la conquista de América, mas allá de los hechos de armas, las batallas y las escaramuzas del comienzo, llevó consigo un continuo proceso de creación y modificación de las instituciones que hicieran posible el mantenimiento del control social y la explotación de los recursos existentes. Se trataba de buscar riquezas –minerales, agrícolas o de cualquier otro tipo– lo que requería una organización social jerarquizada capaz de asegurar, en primer lugar, la subsistencia de la población asentada y, de ser posible, su enriquecimiento.
La encomienda, de infausta memoria, sería una de esas instituciones, origen de abusivas prácticas sobre la vida de los nativos, sometidos al tributo en especies y el servicio personal. No sería la única. Hubo muchas otras, de necesario conocimiento para entender la manera en que se fueron organizando aquellas sociedades en las que unas minorías europeas pudieron hacerse con el control casi omnímodo de todo un continente.
Probablemente, con todas sus sombras y sus luces, la herencia colonial ayuda a entender el devenir de las sociedades americanas y algunos de sus rasgos actuales. Un rasgo no menor –que tanto distingue a la colonización española de otros modelos históricos– es, a no dudar, el mestizaje, entre todas las etnias y todos los colores de piel. Tan visible hoy en los pueblos que componen lo que fue la América española y que explica de modo plástico el sincretismo cultural que allí se fraguó a partir del descubrimiento y la colonización.
La entrega de hoy es responsabilidad de:
Pilar Sanchiz Ochoa y Salvador Rodríguez Becerra del Departamento de Antrpología y Etnología de América de la Universidad de Sevilla, y Claudio Esteva Fabregat, Catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona.