Piratas(8). Un pirata francés. El Olonés, la crueldad en acción.

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2021/02/08

Con la Vendée Globe  ya cercana a su fin, hemos recordado la existencia de la población de Les Sables d’Olonne, origen y fin de esta famosa regata en solitario alrededor del mundo. También famoso, aunque  por títulos mucho menos dignos, es un pirata originario de esa ciudad y conocido como “François, l’Olonnais”, en español , simplemente,  El Olonés. Conocido por su crueldad sin límites y su odio declarado a los españoles, su vida es una sucesión de horrores, que le llevaron a lo más alto en la escala de la piratería antes de acabar sus días  de una forma tan cruel como había vivido. Despedazado, asado y devorado por una tribu indígena caníbal .

Jean-David Nau nació en en Les  Sables-d’Olonne sobre 1635. En esa época, con el comercio con las indias monopolizado por España y Portugal, el corso y la pirateria se habian extendido por el Caribe con el  impulso, el apoyo o la complicidad de Francia, Inglaterra y más tarde de Holanda, enfrentadas por entonces con España. Asi surgieron decenas de personajes, verdaderos asesinos y ladrones al otro lado del Atlántico que, sin embargo, se construyeron una imagen de héroes entre sus compatriotas. El Olonés fué llamado también “el azote de los españoles”.

Liberado de sus obligaciones militares en La Martinica,  se unió a los bucaneros de la Isla Tortuga y comenzó su actividad combatiendo contra los españoles. El gobernador francés de la isla, admirado de su éxitos, le confió un pequeño barco para ampliar la escala de sus acciones. Pero su expedición a Campeche (Yucatán) terminó en naufragio y en el ataque de las tropas españolas, que acabaron con su tripulación. El Olonés consiguió  salvarse por astucia, haciéndose pasar por muerto, al parecer embadurnado con la sangre de sus compañeros. De regreso a la Tortuga, organizó otra expedición sobre los cayos cubanos en la que apresó el barco enviado por el gobernador de La Habana para hacerle frente. Es entonces cuando después de decapitar a todos menos uno de los miembros de la tripulación del barco español, formuló ante el superviviente su conocido juramento: “De aquí en adelante no daré cuartel a ningún español”. Con el encargo de trasladárselo al gobernador español, para que se enterase con claridad  a quién se enfrentaba.

En 1667, con una flota de 8 barcos y más de seiscientos hombres, El Olonés se dirigió a Maracaibo apresando barcos y asaltando poblaciones por  el camino. Ocupada la ciudad, que había sido desertada por sus advertidos habitantes, se dedicó al pillaje de la misma y de las aldeas aledañas en las que se habían refugiado los moradores de aquella. Con el fin de obligarles a confesar los escondites de sus tesoros y posesiones, el Olonés depuró sus técnicas de interrogatorio y tortura. De acuerdo con los testimonios recogidos en sus biografías, el Olonés podía cortar en pedazos a un hombre delante de los demás para que todos vieran lo que les esperaba de persistir en su silencio. Terminada la razzia en Maracaibo hizo lo propio en la más rica y mejor pertrechada ciudad de Gibraltar, con abundantes muertos y sustanciosos robos de bienes. La historia de los ataques a Maracaibo y Gibraltar, aunque  suavizada y con  licencias, sería  utilizada mucho después por Emilio Salgari en su novela El Corsario Negro.

Un cronista de la época, Alexandre Olivier Exquemelin, cirujano francés, testigo presencial de los hechos de los bucaneros por haber vivido con ellos, y autor de Bucaneros de América, describe los métodos del Olonés en la conquista de Puerto Caballos (actual Puerto Cortés, en Honduras): “Asimismo muchos habitantes fueron tomados prisioneros y sobre ellos fueron cometidas las más inhumanas crueldades jamás creadas por los paganos, sometiéndolos a las más atroces torturas que pudieran imaginarse o concebirse. Era la costumbre de L’Olonnais que, si habiendo atormentado a cualquier persona aún esta no había confesado, instantáneamente los destrozaba con su gancho y les arrancaba la lengua; deseando lo mismo, si era posible, a todo español en el mundo”. 

El mismo autor refiere lo que llegó a hacer poco después, camino de San Pedro, para librarse de la emboscada de las tropas españolas que lo perseguían. A fin de encontrar un camino de escape interrogó a los prisioneros de su peculiar manera:  “Habiéndoles preguntado a todos, y descubriendo que no le mostrarían otro camino, creció en L’Olonnais una vehemente indignación; hasta tal punto que desenvainó su sable, y con él le sajó el pecho a uno de esos pobres españoles, y sacándole el corazón con sus sacrílegas manos, comenzó a morderlo y desgarrarlo con sus dientes como un lobo hambriento, diciendo al resto: «Os despacharé de la misma manera si no me enseñáis otro camino»”. 

Su vida, afortunadamente para todos, no acabó bien para él. Empeñado en la loca aventura de conquistar Nicaragua, fue abandonado por parte de sus fieles, aunque prosiguió en su empeño con un puñado de hombres. Un banco de arena hizo encallar su barco forzando al grupo  a seguir un penoso periplo en barcas planas hacia el rio San Juan en Nicaragua y, rechazado aquí por indios y españoles, de nuevo por el mar, hacia  las costas del golfo de  Darién. En la costa de Cartagena fue sorprendido por nativos pertenecientes a la tribu kuna, que practicaban el canibalismo. El Olonés y todos sus hombres fueron atacados; sólo un hombre logró salvarse de la lucha y escapar. El cronista de la época pone el relato final : «Pero unos días después de su llegada los indios lo tomaron prisionero y lo despedazaron vivo, lanzando su cuerpo miembro a miembro al fuego, y sus cenizas al aire, con el propósito de que no quedara ni rastro ni memoria de tan infame e inhumana criatura». Aunque es muy discutible que la justicia o la poesía tengan algo que ver con ello, algunos  llamarían justicia poética a este siniestro final.

Con información de:

El pirata caníbal más loco de la historia

François l’Olonnais

Piratas sanguinarios (I): François l’Olonnais «Azote de españoles»

Un panorama completo de la piratería puede obtenerse en Piratería y corso en la Edad Moderna. Ciclo de Conferencias. Marzo 2004. Cuadernos monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval