7 de febrero de 2020
48º 50’ 36’’S
66º 43’ 48’’O
Hoy llegamos a San Julián, y estamos todos expectantes. Sabemos que la aventura no termina, pero se necesita pisar suelo firme, para que el cerebro descanse de ese constante movimiento arrítmico provocado por las olas de este océano, que por suerte nos está tratando muy bien.
Las horas pasan, entre guardia y guardia, entre desayunos, comidas y cenas, momentos de vermut y momentos de gin tonic, para quien le gusta, pero que hace que sean los momentos de estar todos juntos en la bañera, alrededor de la mesa. Esos momentos son de risas, de anécdotas, de recitales de historia y aventuras, donde nos vamos conociendo como personas, y creando amistad. Porque la amistad se crea y se cultiva, y esta tripulación está creando los vínculos para una duradera amistad.
Por las tardes, después de la laureada comida, se tertulia hasta que unos deciden ir a dormir y otros deciden abrir las páginas de los libros de historia y aventuras, para recordar y aprender de los marineros que surcaron estas aguas mucho antes que nosotros, y que seguimos para recordar las gestas de aquellos que sin saber lo que había más allá, un Plus Ultra que nos anima a seguir navegando, a explorar la siguiente etapa.
Al atardecer, se ve a la tripulación con la mirada en el horizonte del mar, y todos esperan escuchar las palabras del libro de Melville diciendo; “Por allí sopla….” … y ayer sopló, aunque fuera por breves momentos, el aire caliente de dos rorcuales por la aleta de estribor. Y nos hizo soñar…
Ya por la noche, la luna en la mar riela, decía en voz baja Diego, nuestro capitán, mientras yo pensaba y en la proa ciñe el viento, pensando los dos en los versos de Espronceda que de pequeño tanto me hizo soñar, con piratas filibusteros y diez cañones por banda, pensamientos que han hecho que hoy, quinientos años después, estemos siguiendo la estela de Juan Sebastián Elcano….
Pablo Sabater