2021/10/06
Tras un largo silencio, esta sección vuelve a la vida, como lo ha hecho el Pros al retomar su navegación al rededor del mundo.
Al igual que en etapas anteriores de esta Expedición, la sección reflejará las impresiones y hechos diarios de la navegación, en un estilo ágil, sencillo y sin otra pretensión que la de compartir con los lectores la experiencia de la vida en la mar. Diferentes tripulantes se pondrán a la pluma, convirtiendo los relatos aquí recogidos en una variada expresión de estilos y de acentos que – estamos seguros–, contribuirá a su variedad y color. Esperamos que sea del agrado de los lectores
Jueves 23 de septiembre de 2021
Nos vamos. Tras 50 días de preparativos e interminables gestiones burocráticas, por fin zarpamos. No puedo decir que la morriña por dejar Lima sea el sentimiento que nos embarga, pero la realidad es que empezábamos a cogerle cariño a La Punta, el que fue hogar de los Piti-Piti, antiguos pobladores pre-incaicos que habitaron estos lugares hasta que desaparecieron en el maremoto de 1746. Al final, lo que seguro perdurarán son los buenos recuerdos, por encima de los disgustos y malos ratos, que unos cuantos ha habido. Pero ahora, por fin, navegamos. Si una de las mayores emociones que se experimentan al navegar a vela es la sensación de libertad al verte impulsado por el viento en mitad del océano, la nuestra en estos momentos es inenarrable.
Zarpamos del muelle del YCP, sorteando los muchos barcos aboyados, como repetidamente esquivábamos a bordo de las lanchas del YCP y, ya saliendo, saludamos al que durante tantos meses ha sido nuestro solitario vecino, vigilante permanente en su minúscula garita flotante.
Ahora rebasamos la línea de barcos que creíamos de la Marina de Guerra peruana y que muchos días amanecían casi a nuestro costado y observamos que varios de ellos tienen pabellón americano. Dejamos ya el mar de Cantolao, para adentrarnos en el “Mar de Grau”, como llaman en Perú a sus aguas territoriales y así figura en las cartas náuticas.
Miguel Grau, el “peruano del milenio”, es considerado el máximo héroe naval de la historia del Perú. Su principal hazaña fue derrotar a la escuadra chilena en Iquique, una de las batallas de la guerra del Pacífico, cuando al mando del monitor Huáscar abordó y destrozó la corbeta Esmeralda que comandaba Arturo Prat. Tras el naufragio de esta última, Grau se esforzó en salvar a cuantos marinos chilenos pudiera, pero no conseguiría hacerlo con su antiguo amigo y compañero de armas en la guerra contra España, Arturo Prat, comandante de la escuadra chilena, que perecería en la batalla. Su gesto caballeroso, que complementaría enviando una emotiva carta a la viuda de su amigo, fue muy apreciado por su enemigo y, cuando meses después fue derrotado y muerto por la armada chilena, le fueron rendidos honores de ordenanza por sus enemigos. Sus restos reposan hoy en la Escuela Naval de la Marina de Guerra en La Punta.
Izamos mayor, desplegamos génova y ponemos rumbo 310 adentrándonos entre la flota de mercantes, que tantos días veíamos en el brumoso horizonte, esperando su turno para entrar en el gran puerto del Callao y cargar o descargar sus mercancías.
El puerto del Callao es hoy el mayor y principal puerto comercial de Perú, renacido de las cenizas del antiguo puerto virreinal, gracias a la bonanza económica de mediados del S.XIX, propiciada por la exportación de la mucha producción de guano de la que nuestro Pros ha sido testigo y a la vez víctima.
Al pasar por la popa de uno de los mercantes, dos lobos marinos encaramados en el codaste de su timón, nos miran con indiferencia.
Repartimos las guardias en turnos de tres horas y decidimos prescindir del piloto automático, mientras la fatiga lo permita, para dar mas opciones a las exhaustas baterías. En estas latitudes casi ecuatoriales las noches son largas, casi con la misma duración del día, independientemente de la estación del año en la que nos encontremos.
José Solá
Viernes 24 de septiembre de 2021
La noche ha sido, no sólo larga, sino oscura y lóbrega. La bruma que permanentemente cubre estas regiones no desaparece tras los crepúsculos. Ni una estrella que nos entretenga durante la fatigosa navegación. La proximidad a la costa y al puerto del Callao, obligaba a extremar la vigilancia frente a la presencia de tráfico, pero éste ha sido prácticamente inexistente durante toda la noche.
El flojo viento por la aleta de estribor y una mar dura, cruzada por la banda de babor, no son una combinación cómoda. El PROS no deja de dar bandazos bamboleado por las olas y la botavara de la mayor, incapaz de mantenerse en su banda por el flojo viento, golpetea incesantemente. Hay que cambiar de bordo, para que la mar y el viento nos entren por la misma banda.
A media tarde, un gaviotín decide descansar en la cubierta del PROS. Se da unos paseos de reconocimiento y finalmente se acurruca bajo el dinghy. Parece que se encuentra a gusto y decide quedarse. Ya somos cinco a bordo.
Ahora dejamos que el piloto gobierne mientras cenamos tranquilamente en el bordo bueno. Hemos conseguido cobertura y enviamos novedades al equipo de tierra: todo va bien, salvo el viento, muy escaso. Como nos aproximamos a tierra no queda más remedio que trasluchar al bordo malo.
Nos preparamos para la guardia, pero en una revisión rutinaria observamos que el amantillo de la mayor está enganchado en la roldana del backstay. Al llevar la mayor izada, el amantillo queda flojo y en uno de los muchos bamboleos en el bordo malo, ha debido de quedar enganchado en la roldana, que podría dañarse. No queremos correr riesgos y decidimos arriar la mayor e izar la mesana. Navegaremos con génova y mesana.
Son las 11:00 de la noche y, a partir de aquí, los acontecimientos se precipitan de manera desafortunada.
Ponemos motor para aproarnos y facilitar el arriado de la mayor. Preparando la maniobra, el génova se desventa y el seno de su escota cae al agua (el chicote estaba bien afirmado a la cornamusa) con tan mala fortuna que queda trabado por la hélice. De un plumazo nos hemos quedado sin capacidad de control: ni motor ni vela. Arriamos como podemos la mayor y preparamos rápidamente una escota de fortuna para sustituir a la que ha quedado trabada en la hélice. Volvemos a tener gobierno. Pero cuando parecía que se recobraba la serenidad, la obligada inspección del prensaestopas desvela una vía de agua, todavía no alarmante, pero que merecerá nuestra atención. Afortunadamente, las dos bombas de achique, que reparamos antes de zarpar funcionan a la perfección.
José Solá
Sábado 25 de septiembre de 2021
La noche, una vez más, ha sido dura, poco viento y mar incómoda. Tenemos que controlar la vía de agua y recuperar capacidad de achique. Afortunadamente, la bomba a la que se le hizo una reparación de fortuna, a la espera del repuesto, trabaja perfectamente, achicando agua con presteza. Pero ante la eventualidad de que esa reparación no perdure, hay que tratar de reactivar la automática, sumergida en el fondo de la sentina, y averiguar por qué ha dejado de funcionar la manual, que se reparó antes de zarpar. Esto último ha resultado sencillo: tras un rápido desmontaje, se localiza un fragmento de cinta aislante inutilizando la válvula antirretorno.
Juan Carlos y Luis, se afanan en cortar tiras de algodón para introducirlas a presión en el prensaestopas, consiguiendo, tras no pocos esfuerzos, convertir la vía de agua en algo más que un pequeño goteo … Entretanto Pepe continúa con su actividad de “bombero” desmontando bombas, limpiándolas y haciéndolas funcionar nuevamente. El motor de una de las bombas, que presentaba un aspecto lamentable, permanece sumergido en un recipiente con detergente a la espera de su posible “resurrección”
Mientras este asunto nos mantiene entretenidos, recordamos que un día como hoy, 25 de septiembre, pero del año 1513, Núñez de Balboa descubría las aguas por las que ahora navegamos, las bautizaría como Mar del Sur y tomaría posesión de ellas “y de todo lo que su vista alcanzara”. Ello nos recuerda que surcamos el océano que durante 300 años se conoció como el Lago Español.
Aunque el Pros navega alegre con génova y mesana, tenemos que recuperar el motor. Buscamos en la carta una playa donde fondear y bucear para tratar de librar la escota del arbotante. Lo haremos en Playa Culebras, librando Punta María, adonde llegamos sobre las 15:00h. Fondeamos a 7m y Juan Carlos y Pepe se aprestan para sumergirse y liberar la hélice.
Habíamos oído hablar someramente de la “lengua fría ecuatorial”, un lugar del Pacífico oriental, coincidente con la corriente de Humboldt, donde las aguas están particularmente frías, a temperaturas mucho más bajas que las que la rodean. Tuvimos ocasión de comprobarlo en nuestras propias carnes. Mientras la temperatura del agua en estas latitudes oscila en el entorno de los 22-24ºC, el agua en la que nos “bañamos” no superaba los 15ºC. Ello nos azuzó a completar el trabajo con celeridad y en poco más de 15’ la escota estaba liberada.
Tras tomarnos un caldito que preparó Arantza y darnos una reparadora ducha de agua caliente, levamos anclas sobre las 17:00. Izamos velas y afrontamos la noche con la tranquilidad de haber reestablecido la condición de navegación segura. Inspeccionaremos el prensaestopas con cierta frecuencia.
José Solá